Francisco ha nacido casi de la mar; de una de esas séptimas olas que embarazan la arena seca de la orilla. Durante muchos años ha cultivado un verbo sinfónico y generoso, arrancado del oleaje que rompe sobre el espigón en la pleamar. En la bajamar, ha sabido aguardar a la subida de la nueva marea que haga desencallar sus letras. Francisco es marinero sin navío, navegante de los océanos introspectivos de la mente.
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