José A. Lora

Nací un cuatro de agosto del año 1960, en plena canícula, en el precioso pueblo de Almodóvar del Río. Aquí viví mi más tierna infancia llena de embrujos, de fantasmas agazapados en las sombras y monstruos al acecho.

Más tarde, me mudé a Palma del Río, mi pueblo de hogueras adolescentes y acampadas veraniegas, de juegos pandilleros y amigos indestructibles.

Joven e inexperto, con el mundo a la orilla, esperándome, fui padre con todas mis fuerzas. Vocación que sigo aprendiendo a mis años. Lo mejor, es la vida en carne y hueso, mi hijo Rubén.

He vivido a destajo, porque me iba la vida en ello. Con las mujeres siempre protagonistas, mujeres irrepetibles con sus luces y sus sombras.

El universo me trajo el regalo de Nicoleta, y a Andrea, una hija inesperada de ojos transparentes.

Enología, profesor de autoescuela, emisorista y, por último, bombero forestal.

Hasta hoy, aquí y ahora, a un año de jubilarme, a punto de empezar mi cuarto y último tiempo, el tramo final de mi viaje rumbo a Ítaca.

Como un cazador palabrero, que he sido siempre, escribidor insomne y tendedor de redes a pájaros y crepúsculos, batiéndome en duelo todavía contra mis espíritus familiares, con mis miedos y mis monstruos, me presento ante ti en este instante, desnudo y en carne viva.

José A. es entrevistado en Transliteraria

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